martes, 13 de enero de 2009

Jactándose de miseria

Nunca me dejará de sorprender la capacidad de los seres humanos de jactarnos y de estar orgullosos de cosas que no deberíamos, así como la capacidad de distanciarnos de las consecuencias de nuestras acciones.

Recuerdo a esos administradores de la Alemania nazi que “simplemente” movían trenes de aquí para allá, así distanciándose de lo que estaba sucediendo y de lo que realmente estaban haciendo: llevando a seres humanos a campos de concentración para ser exterminados en cámaras de gas.

El ministro Hortefeux de Francia se muestra orgulloso y resplandeciente, como un niño que ha conseguido ganar el tour de Francia con un sólo pie en el pedal. “Sí, estoy orgulloso de hacer que se respete la ley de la república”. Hasta ahí lo que dice es aceptable. Pero que el gobierno se ponga un objetivo anual de personas que tienen que ser expulsadas del país, y que además se jacte y se muestre tan orgulloso de haber expulsado a más personas que el objetivo marcado es de una sordidez sobrenatural.

Los que llegan sin papeles, los que arriesgan sus vidas para intentar llegar a Europa, no lo hacen por que sí. No son tan diferentes a nosotros. Nadie quiere dejar su lugar natal, ni arriesgar su vida. Lo único que quieren es una vida digna. Si los países desarrollados ayudasen a los países pobres, si la pobreza fuese cosa del pasado (cosa que es posible), podríamos estar orgullosos de vivir en un mundo más justo, saludable, y pacifico, en vez de jactarnos de expulsar del país o encerrar en campos de refugiados (o campos de concentración según como se mire) a los desfavorecidos.

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